jueves, 15 de julio de 2021

Cuando alzamos las manos...

Una mañana soleada de agosto de 2013, mientras caminaba hacia el Malecón, bajando por la calle Luz de la Habana Vieja, alcé mis manos al cielo  y dije en voz alta: "Dios mío, no puedo más; toma mi vida en tus manos". Si alguien me estaba mirando pudo tildarme de loca. Mi discurso siguió con una serie de lamentos, frustraciones y desesperanzas, mientras mis lágrimas rodaban sin tropiezo hasta mis zapatos de correr, llenos de remiendos.

Quince días después, Dios, me envió la señal para comenzar el primer paso de lo que sería un proceso transformador en mi vida: mudarme de país, sin jamás haberlo pensado siquiera, y sentir vivo en mi cuerpo, alma y espíritu el amor de Dios.

El toque mágico de Dios en mi vida y aceptarlo completamente como Señor y Salvador ocurrió un tiempo más tarde. Entonces pensé en retrospectiva en aquella escena en shorts ripiados y zapatos remendados y en aquella mi petición desesperada sin total consciencia.
 
 Tiempo más tarde, un mensaje cristiano me explicaría lo que ocurrió aquel día camino al Malecón habanero: Cuando alzamos las manos al cielo nos postramos a los pies del Señor.

Él responde.